Octafonic - Domingo 15 de Noviembre de 2015 - Quality Teatro - Córdoba
Días del futuro presente
Domingo por la noche. Día y horario quizás un tanto
poco acostumbrados para presenciar un show de rock. De todas formas, lo
sabíamos, lo que íbamos a presenciar no era un show de rock común y corriente.
La inusual escena se completaba con los sonidos provenientes del salón
principal del Espacio Quality, donde un youtubber hacía delirar a sus numerosas
fans (o por lo menos, eso podíamos intuir a partir de los alaridos que llegaban
hasta la fila para ingresar al teatro).
La primera presentación de Octafonic en Córdoba quizás
haya deparado en una sorpresa para ellos mismos. La sala donde se presentaron
presentaba un lleno considerable, y el público un entusiasmo no menor a la hora
de presenciar un espectáculo que se hacía esperar hace tiempo, incluso habiendo
incorporado ya algunos pequeños ritos (y rictus) que la numerosa banda ya
acostumbra en sus shows en vivo. Incluso, un agitado pogo se desató por
momentos, teniendo como punto más cálido el final de Wheels, el tema con
componentes más decididamente metálicos de Monster, el disco primogénito de la
banda y que sonó de manera casi completa en su show en La Docta.
El comienzo del show, pese a la intimidad que proponía
el recinto, fue algo distante: el frontman Nico Sorín recién le dedicó algunas
palabras al público presente tras terminar el tercer tema, punto a partir del
cual tanto la gente como los 9 músicos que estaban arriba del escenario comenzaron
a soltarse mucho más. Justamente en ese apartado escénico, si bien el protagonismo
recae mayormente en Sorín que además de cantar y tocar su instrumento actúa a
manera de pivot alrededor del cual la banda se desempeña, son muy importantes
los aportes del bajista Cirilo Fernández y, particularmente, del percusionista
y “megafonista”, el Tano Bonadío, quienes durante varios pasajes se ponen sobre
el hombro la tarea de arengar al público y mantener viva la conexión del mismo
con la banda y lo que la misma está ejecutando.
De todas formas, cada uno de los integrantes posee,
dentro del show, un momento para el lucimiento personal. Quizás, en parte,
porque la cantidad de temas cosechados hasta el momento no llega a completar la
duración promedio de un show. O quizás también, porque tanto talento puesto al
servicio de la pericia instrumental y la experimentación no pueden ser
solamente contenidos en las canciones. Fue así que a manera de impasse entre
tema y tema se fueron sucediendo pequeñas jams donde cada uno de los Octafonic
dejó volar su imaginación (y, por añadidura, la nuestra también). Así pasaron
segmentos donde el tecladista Esteban Sehinkman nos llevó en un profundo viaje
al mundo de los sintetizadores, el terceto de saxos integrado por Francisco
Huici, Leo Paganini y Juan Manuel Alfaro dieron una pequeña master class de
cómo generar onda, ritmo y baile a través de su instrumento, el bajista y el
baterista Ezequiel Piazza se combinaron para una incendiaria zapada que terminó
en un brutal solo de batería, el mismo Sorín utilizó su propia voz sampleada en
vivo para construir una escalante sesión de scat que dejó a más de uno,
justamente, sin palabras. Por último, el violero Hernán Rupolo nos dejó
prendidos fuego los oídos con un solo construido sobre una base funky y
terminando con una lluvia de notas.
Es a partir de estos agregados en vivo, donde el
costado jazzero de Octafonic se expande. Si bien pueden claramente oírse
rastros de este pulso jazzístico en las canciones de Monster, lo cierto es que
las mismas parecen estar más apoyadas en las patas provenientes del rock y la
electrónica, que son también componentes indispensables de su sonido (muchas
veces, incluso, emulando con tracción a sangre el pulso electro que tienen
varios de sus temas). De todas formas, no esperen un recital de solemnidad
jazzística como pueden llegar a presagiar las fotos trajeadas de difusión.
Mientras cada uno de estos intermedios es ejecutado, el resto de los
integrantes se refresca con la ya célebre “birra del pico”, y a la hora de
volver todos al escenario, dejan hasta la última gota de sudor en el escenario,
haciendo de la experiencia de verlos en vivo un complemento entre la prolijidad
y la pericia técnica; y lo visceral y exigente que un show de rock debe ser.
Como ya dijimos antes, casi todos los temas incluidos
en Monster sonaron en la noche del domingo, y fueron complementados con algunos
temas que, si bien no están incluidos en esa primera placa, algunos de ellos ya
eran conocidos por parte del público presente. De esta manera, el divertido
Adiós y el enérgico Mini Buda se intercalaron con los que podríamos llamar “hits”
del disco, como Monster o Plastic. La puesta en escena fue austera, sobria, con
la inclusión de unos haces de luz concentrada que llegaban en algún momento a
darle un aspecto de luz sólida (si tal cosa llegase a existir) que, combinado
con los sonidos que nos llegaban desde los músicos, realmente nos daban por
instantes la impresión de estar pegándole un vistazo al futuro.
Cerca del final, la insistencia del público hizo que
la espera fuera realmente breve, y los Octafonic se dispusieron a entregar lo
último de sí en los bises, en los que sonó la excelente Whiskey Eyes (un
verdadero collage de estilos musicales que realmente puede servir de fiel
muestra del estilo de la banda), para terminar de despedirse con la inédita
What?, una canción con reminiscencias de la locura marca Patton de bandas como
Fantomas o Tomahawk.
En definitiva, un debut
exitoso, una visita que nos dejó con el deseo de que sean muchas más; y que a
algún desprevenido que no haya sabido lo que iba a presenciar, quizás lo haya
dejado preguntándose justamente: WHAT?
Crónica: Luis Parodi
Fotos: Matías Vercelli
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