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viernes, febrero 20, 2015

Vivencias del Cosquín Rock 2015 - Día 3 (que debía ser el 2)



Ando con ganas de un sonido anormal...


El martes alrededor del mediodía, y arrastrando aún en nuestros cuerpos el trajín de las dos jornadas anteriores, un asado en las sierras se presentó como la mejor previa para lo que sería la fecha de cierre de la edición de cumpleaños número 15 del festival rockero por excelencia de nuestro país. Así es, con sus errores y aciertos, con su falta de números internacionales, sigue siendo lo que puramente se considera un festival de rock, y no una mera acumulación de bandas en un estadio.

Luego de aprovisionarnos, partimos hacia la ruta. Unas carnes asadas y un chapuzón piletero sirvieron para cargar las pilas antes de enfrentar la última seguidilla de bandas, de una grilla que prometía, pese a la ausencia de dos pesos pesados y clásicos eternos del festival, como los son Catupecu Machu y Kapanga. Dos bandas que, a fuerza de hits y constancia se han constituido en un número puesto en cada edición de este festival. Lamentablemente, el traslado de la grilla para el martes y la incompatibilidad con los compromisos previos de cada banda nos privaron de la posibilidad de un nuevo encuentro serrano.

Apuntamos entonces nuestros cañones a la presentación del intrépido Boom Boom Kid, quien estaba anunciado para las 19 horas. Grande fue la sorpresa al escuchar, desde la lejanía de la ruta, que el mismo BBK ya se encontraba entonando su hit Jenny, pocos minutos después de pasadas las 6 de la tarde. Y en este punto quiero detenerme un instante. En todos estos años como público, cronista, e incluso ocasional (y frustrado) intérprete de rock he visto recitales comenzar a horario, comenzar tarde, y también comenzar muy tarde. Pero, por lo menos hasta donde puedo recordar, nunca me había tocado vivir un recital que comenzara antes de horario. No sabemos si será por las ansias de terminar con una agotadora edición del festival cuanto antes, el miedo a un nuevo embate de la lluvia, o alguna otra causa, pero resulta siendo algo que realmente desorienta al público. Sobre todo en festivales como este, donde mucha gente planifica su viaje o su correspondiente previa en función de los horarios preestablecidos.

Más allá de esto, fue bienvenido el arribo del ex Fun People a los escenarios festivaleros. Fiel a su costumbre, brindó un show de alto contenido energético. Cierto es, y mirando las fotos podemos confirmarlo, que es un hombre al cual el tiempo parece pasarle por el costado, más allá de su apariencia física, el estado y la vitalidad que tiene para entregar un show de estas características son envidiables. No faltó a la cita el consabido y consagrado surfing por encima del público (esta vez con algún pequeño percance). A fin de cuentas, Carlitos parece haber renovado sus credenciales una vez más con el público de una provincia a la cual es cada vez más afecto a volver (incluso en su rol de DJ).

A continuación, llegó el turno de quienes ocuparían el rol de locales en el escenario principal, en un día que estuvo marcado por la fuerte presencia del rock cordobés en el resto de los escenarios alternativos. Hablamos, claro, de Eruca Sativa. Banda que llega precedida de una gran expectativa, y que parece estar en continuo crecimiento de popularidad a nivel nacional. Curioso es darse cuenta que, pese a ser cordobeses y haber surgido en Córdoba, en nuestra provincia pocas veces entran en la consideración de las “bandas grandes”, como sí lo hacen en el resto del país. ¿Será esto una nueva manifestación del dicho de que nadie es profeta en su tierra? ¿O se tratará de alguna especie de recelo por haber migrado hacia la capital del país para seguir construyendo su carrera? De todas formas, al trío poco pareció importarle esto, y menos aún al público congregado alrededor del escenario principal, que vibró junto con las grandes interpretaciones de la banda. Como ocurriera en la jornada anterior con el show de Carajo, resulta realmente envidiable el sonido que solamente tres personas pueden extraerle a sus instrumentos. Sinceramente pareciera que fueran más, hasta se dio la ocurrencia de buscar con la mirada algún guitarrista extra, algún tecladista que estuviera escondido tras las bambalinas, ayudando a rellenar el sonido. Pero no lo hay. Lula, Brenda y Gabriel forman una unidad compacta donde sin embargo cada uno tiene su espacio y su momento para el brillo personal. Incluso, uno se inclina en ocasiones a pensar que un poco más de simpleza a la hora de encarar algunas canciones no le haría nada mal a su sonido. Fuera ya de cualquier prejuicio, nos decidimos a disfrutar de demoledoras versiones de temas como Amor Ausente, Fuera o Mas Allá, o el cierre con Agujas. En un par de ocasiones, Lula hizo referencia a las cuestiones climáticas que impidieron el normal desarrollo del festival, algo que se repetiría a lo largo de la noche.

Llegaron las primeras horas de la noche, y con ella se venía una de las atracciones principales de la noche (al menos para mí): Illya Kuryaki and the Valderramas. Sin embargo, para la hora del comienzo de su show, se produjo un fenómeno prácticamente inédito en el desarrollo de este tipo de festivales: había muy poca gente esperando el show en el escenario principal (sobre todo teniendo en cuenta la magnitud del mismo). En ese momento, la mayor cantidad de personas estaban agolpadas en torno al escenario temático, lugar donde Don Osvaldo, la nueva banda de Pato Fontanet, estaba llevando a cabo su actuación. Ya de por sí, el fenómeno de Callejeros (y las bandas que le sucedieron) es algo digno de análisis por sí mismo. Dejando de lado cuestiones estilísticas y de preferencias musicales, y pese a los cambios de formación (sólo Fontanet queda de aquella formación original), pese a los cambios de nombres (de Callejeros pasó a ser Casi Justicia Social, y de ahí a la actual Don Osvaldo); y pese a toda la polémica suscitada post-Cromañón a esta parte (o quizás gracias a ella) la convocatoria de público parece ser cada vez más masiva. Incluso, muchas de las personas que manifestaban su fanatismo por la banda, seguramente serían niños y niñas en aquellas épocas de esplendor de la formación clásica de Callejeros. Nuevamente, más allá de los gustos, parecen encaminarse a ser el nuevo mito del rock nacional, cuya historia ya sabe de bandas cuya convocatoria sería infinitamente mayor ahora, que en la época en la cual estaban en actividad.

Pero volvamos al show de los Illya Kuryaki. La cuestión comenzó un tanto accidentada, ya que Emmanuel y Dante tenían cruzados sus monitoreos durante la primera canción, Helicópteros, y no se ahorraron gestos y señales de molestia ante el percance. Pese a eso, la performance durante la canción fue impecable, y siguió siéndolo aún más durante el recorrido de su set, en el cual eligieron priorizar las versiones más funky de su discografía. Incluso, aquellas canciones no tan funk que fueron incluidas en el set, como las clásicas Chaco, Remisero y Abarajame (que marcó el cierre del set a puro coreo) fueron presentadas en versiones funkeadas que las pusieron a tono con el resto de las elegidas. Cómo no bailar (o al menos intentar mover el cuerpo) al ritmo de Jugo, Coolo, Jennifer del Estero y demás. Resulta bastante sorprendente ver a estos otrora niños prodigio del rock, que en su momento confesaron pasarle los riffs de sus composiciones a los músicos de su banda emulando los sonidos con su boca, estar ya convertidos en maestros del rasgueo funky. Ojo, de todas formas hay que destacar que el impecable sonido de los IKV no se apoya solamente en ellos dos, sino que los acompaña una suerte de big band con el oficio y el talento necesarios. Esta banda, de alguna manera capitaneada por Matías Rada (como para continuar con la tradición de apellidos ilustres de la banda) en la guitarra, y con un pequeño ejército de vientos que le dieron una dimensión extra de frescura a todas las canciones. La puesta en escena visual no se quedó atrás y le sumó un grado más de espectacularidad a la ya expresada desde la vestimenta de los integrantes, y terminó de redondear un show que comenzó con poca gente en el escenario, y que terminó con una multitud totalmente enganchada, convencida y con una panzada de funk.


Casi en silencio, sigilosamente, pero aclamado por su público, llegó el turno de Skay, el número encargado de cerrar el festival hasta el año siguiente. Munido de su Gibson SG, su infaltable sombrero y sus lentes a lo Bono (¿o los lentes de Bono son a lo Skay?) arremetió con una recorrida por su ya prolífica discografía acompañado de sus Fakires, una sólida banda que comprende cabalmente su papel de respaldar al mito que comanda la banda. Entre sus escuetas comunicaciones con el público, el Flaco se ocupó de recordar a las personas damnificadas por las terribles inundaciones sufridas apenas dos días atrás, y de dedicar a ellas su show. Incluso, se acordó de ellas en el momento previo a la explosión que todos esperaban: “ante el dolor, lo mejor es exorcizarlo, yo propongo de esta manera, ¿sí?”. A continuación, los primeros acordes de Ji Ji Ji anunciaron la avalancha que se venía. Quizás de alguna manera dispuesto a demostrar que el mito ricotero no es exclusividad de Solari, esa no fue la única rendición de un clásico de los Redondos. Durante el impasse acústico en el cual Beilinson se la bancó frente a la multitud sólo con una guitarra acústica, interpretó una especie de medley que integró a Superlógico, La Bestia Pop y Rock para los Dientes. Ni hablar cuando sonó, ya cuando nuevamente en compañía de Los Fakires sonó El Pibe de Los Astilleros, y el pogo, el coreo y el revoleo de remeras volvieron a tomar el centro de la escena entre el público. Pero no todo es pasado. Los temas más relevantes (o más difundidos) de su etapa solista fueron los encargados de cerrar la jornada. La emotiva Flores Secas, Genghis Khan, y la oscura Oda a la Sin Nombre estuvieron entre las elegidas para cerrar una nueva visita de Skay, y a la vez un nuevo año de rock en las sierras.

Llegó, definitivamente, para todo el público que vivió en estado de rock durante varias jornadas el momento de volver a la vida real. Para los puesteros de las afueras, el momento de tratar de agotar todas las existencias de sus productos antes de desarmar sus puestos. Para Santa María, el momento de dejar de ser una Rock City hecha y derecha, y volver a ser un apacible pueblo serrano, aquel que está sobre la ruta antes de llegar a Cosquín. Nos vamos con los ojos y los oídos cargados de muy buenos shows, algunos otros que no llegaron a colmar nuestras expectativas, la sensación de extrañeza por la ausencia casi total de un género tan prolífico en nuestro país como el punk (sólo Los Bastarddos estuvieron representando al género), y con la casi exigencia de que sea considerado nuevamente. Nos vamos también con un cansancio acumulado a cuestas, pero de esos cansancios felices, reconfortantes. Y nos fuimos con una misión, la de volcar todas estas sensaciones en palabras e imágenes, que son precisamente estas crónicas que les hemos ido entregando. Esperamos que les hayan gustado, o que al menos de alguna manera, los hayan hecho imaginar lo que fue este mundo de rock por 3 días. Nos vemos en la próxima crónica.


Cronista: Luis Parodi


Fotógrafo: Matías Vercelli (más fotos en http://www.flickr.com/suenoslucidos/)

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jueves, febrero 19, 2015

Vivencias del Cosquín Rock 2015 - Día 2 (que debía ser el 3)


Grave pesado, mas no inconsciente



La inagotable cantidad de lluvia caída el día domingo en la provincia de Córdoba tuvo varias y nefastas consecuencias. Muchas de ellas fueron de público conocimiento y demorarán mucho tiempo en sanarse. Dentro de las otras, menos obvias, estuvo una impresionante explosión demográfica en la zona de Punilla. Así como las graves consecuencias de las Sierras Chicas tienen su explicación en el desmonte indiscriminado, la repentina populación de la zona de Santa María tiene su causa en la (ante nuestra óptica, acertada) postergación de la segunda fecha del Cosquín Rock.


Es así como, muchas de las personas que, por ejemplo, procedían de otros puntos más distantes de nuestro país (e incluso países limítrofes) que contaban con la jornada libre del martes para regresar a sus puntos de procedencia, o simplemente para descansar antes de volver a su rutina diaria, eligieron hacer uso de la posibilidad de utilizar sus tickets correspondientes al domingo para ingresar a la función del lunes (en lugar de la correspondiente reprogramación del martes).

De esa manera, ya desde muchos kilómetros antes de llegar al predio se podía apreciar que la marea humana sería mucho más numerosa que la que presenció los shows del sábado. No sólo las rutas y caminos mostraban una presencia mayor de personas y vehículos (que, como es de esperarse, redundó en mayores demoras a la hora de llegar), sino también los puestos de comida, la cantidad de bebidas despachadas crecía en abundancia. Ni que hablar cuando finalmente estuvimos dentro del predio: la cantidad de gente que no solamente estaba frente a los escenarios, sino la que transitaba entre ellos, o disfrutaba de las otras atracciones parecía ser incluso casi 4 veces mayor a la vista dos días atrás.

Otra de las consecuencias inmediatas de la suspensión de la segunda fecha fue la reprogramación de la banda que se esperaba cerrara esa fecha (y única banda internacional de toda la grilla, aunque ya prácticamente sean locales): Molotov. Desafortunadamente, esta reprogramación se efectuó de manera tal que los mexicanos pasaron de encabezar la fecha del domingo, a estar programados para las 6 de la tarde de este lunes. Si a esto le sumamos las ya citadas demoras por la cantidad de gente que se dirigía al mismo lugar, y el hecho de que es enormemente más conveniente alimentarse y sacarse la sed en los puestos exteriores que en los leoninos precios de los puestos oficiales del predio, nos dimos con que al llegar al escenario principal la actuación ya estaba comenzada hace rato. De cualquier manera, nos dispusimos a disfrutar la parte del show que sí pudimos presenciar.

Sabido es que Molotov no se caracteriza precisamente por ser lo que llamaríamos “un relojito” en sus actuaciones en vivo. Posiblemente a esto contribuya el hecho de ser una de las pocas bandas en componer su formación con dos bajos y una guitarra, y no a la inversa como suele suceder (de hecho, la otra única banda que conocí con ese tipo de formación eran justamente otros mexicanos, Resorte). ¿A qué voy con esto? A un volumen como el necesario para sonar fuerte al aire libre en plena sierra, el exceso de frecuencias graves corre el riesgo de convertirse en la consabida bola. De todas formas, también sabemos que éste nunca fue el fuerte de la banda integrada por Tito, Paco, Randy y Micky. El fuerte está en las conocidas canciones, en los estribillos que a la vez de gancheros, son terriblemente contundentes, invitadores a un pogo en el que no se puede parar de corear. La banda tuvo dos excusas para presentarse en el festival. La primera, la presentación de Agua Maldita, su último disco hasta la fecha, donde recuperan un poco de la mística de años anteriores. El otro, la grabación de un DVD en vivo de su actuación, cuestión que realmente ignoramos si se llevó a cabo, dado la imposibilidad de actuar de noche y de esa manera aprovechar a pleno el potencial de las luces y pantallas del escenario principal. Se retiraron con el consabido ritual de invitar a un desfile de bellezas femeninas al escenario para la interpretación de Rastamandita, y así dejarnos la sensación de que, pese a algunas barbas canas y otras cabelleras en retroceso, siguen siendo los mismos 4 muchachos jocosos llegados desde el DF hace más de 15 años.

Luego de esa actuación, nos encaminamos hacia el escenario temático, que ese día presentaba la actuación de los grupos de metal, previo paso por la carpa donde Roberto Pettinato estaba ya finalizando su presentación en formato stand-up. Lo que más inmediatamente nos llamó la atención y que siguió marcando la pauta de la cantidad de gente fue el estado de dicha carpa circense: en el mismo lugar donde cómodamente habíamos presenciado el show de Carca, la gente se agolpaba por montones. La carpa estaba completamente estallada, llena hasta las manos por dentro, ambas entradas también colmadas de gente, e incluso se había amontonado gente alrededor, a la cual no le quedó otra que literalmente arremangar los costados de la carpa, con tal de poder al menos divisar la plateada cabellera del saxofonista devenido en conductor y humorista.

Seguimos el camino y llegamos a nuestro destino, el escenario alternativo donde Lethal prodigaba sus últimos acordes. No hubo que esperar mucho tiempo para que Horcas se hiciera cargo de las tablas. La banda, apoyada en el habitual carisma del ¿ex? Gordo Meza, ofreció un ajustado set, que a esa altura nos ayudó a confirmar que (como suele pasar) este escenario alternativo contaba con un sonido más definido que el escenario principal. Entre tema y tema, las habituales humoradas de su líder, para cerrar a toda orquesta con el ya clásico Esperanza.

Breve impasse que es aprovechado para recargar nuestros “eco-vasos”, que son vaciados con igual celeridad. Llega el turno de Carajo sobre el mismo escenario. Una actuación que generaba cierta expectativa, por un lado porque según mi óptica Carajo fue varias veces ninguneado en anteriores ediciones del festival, donde eran enviados a tocar en horarios tempranos de la tarde, algo que no correspondía con la envergadura de la banda, y con la trascendencia de la misma. Por otro lado, porque sabemos de la potencia y al mismo tiempo, la claridad de este trío que ya se encuentra a esta altura en un momento de total consolidación. Y este power trío (vocablo repetido pero pocas veces más acertado) no defraudó. Nos entregó una recorrida, si se quiere, por el costado más áspero de su discografía, dejando entrar algunos de sus temas más radiables como Luna Herida o Joder, pero dejando de lado varios clásicos que otrora fueran considerados “infaltables”. Quizás por estas canciones que faltaron, quizás por más ganas de seguir escuchando su poderoso sonido, los ajustados coros y los demoledores pasajes instrumentales, el final de su show nos dejó “manija” a varios que esperábamos seguir disfrutando de su show.

Pero ya era tiempo del debut de esa especie de seleccionado metalero latinoamericano que es De La Tierra. La banda, conformada hace algún tiempo por Andrés Gimenez, Flavio Cianciarulo, Andreas Kisser y Alex González (sí, el baterista de Maná), llegaba para presentar su homónimo y hasta ahora único disco. Esa sensación de “banda internacional” se vivió desde el principio, no sólo por la categoría de sus integrantes, sino por el despliegue pirotécnico del que hicieron gala (chorros de chispas al borde del escenario, y bolas de fuego al costado de la batería), algo ausente no sólo en el resto de los shows del escenario, sino también en el resto del festival. El grupo desandó prácticamente la totalidad de las canciones de su disco debut, rellenando la presentación con una sorpresiva y potente versión del clásico de Mano Negra, Sr. Matanza, capitaneada por quien posee más experiencia en los ritmos “alterlatinos”, el Sr. Flavio Cianciarulo, a la vez que Kisser se hizo cargo de las voces en el tema que representa a Sepultura: Polícia. Quienes imaginamos una posible reunión con Corvata y el Niño para regalarnos alguna versión de ANIMAL, nos quedamos con las ganas.

Casi sin que nos diéramos cuenta, los minutos siguieron pasando y fue así como Almafuerte hizo su aparición como número central de esta seguidilla metalera. Es tal el arrastre que tiene sobre el público, que uno imagina que difícilmente este escenario que respira heavy podría tener lugar sin la presencia de la banda del inefable Ricardo Iorio. Así como el escenario posiblemente no podría existir sin Almafuerte, la banda no podría existir sin la presencia del gran Claudio “Tano” Marciello. Más allá del innegable carisma de su líder, su guitarra se convierte en el armazón que da sentido a la estructura sonora de la banda, con un Iorio que, para que negarlo, cada vez tiene sus posibilidades vocales más mermadas, y dos compañeros de banda que no están a la altura del brillo que el Tano entrega desde su guitarra. Como banda central, tuvieron el tiempo necesario para complementar temas de su último álbum Trillando La Fina, con clásicos como El Visitante, Convide Rutero, o el mismo tema del cual la banda toma su nombre. Con un Iorio con una tonada notablemente campesina, y bastante más contenido que en otras oportunidades (llegó a expresar que se callaba varias verdades porque estaba en un festival con otros colegas, y no en un recital propio), aunque permitiéndose alguna que otra humorada, el set transcurrió a puro pogo y coreo (¿hay manera de corear una canción de Almafuerte sin intentar imitar el inigualable estilo de su líder?), hasta encontrar el final con la gran A Vos Amigo.

Como si fuera un giro del destino, cerca de este final se dio el encuentro con amigos, compañeros de ruta de otros recitales, y nos encaminamos lentamente hacia la salida, deteniéndonos un instante para contemplar el final del set de Ciro y Los Persas. Después, fue el momento de compartir anécdotas bien regadas, y encarar el agotador regreso. El martes sería otro día lleno de rock, el cual relataremos en la próxima y última crónica.


Cronista: Luis Parodi

Fotos: Facebook oficial Almafuerte (https://www.facebook.com/AlmafuerteOficial)
          Facebook oficial Carajo (https://www.facebook.com/carajoband)
          Facebook oficial De La Tierra [Ph: Martin DarkSoul]      (https://www.facebook.com/delatierramusic


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miércoles, febrero 18, 2015

Vivencias del Cosquín Rock 2015 - Día 1


Nubes Negras



Volver luego de tantos años al Cosquín Rock fue, de alguna manera, como volver a visitar después de muchos años a un viejo amigo. Un viejo amigo con el cual vivimos muy buenos momentos, pero que habiendo pasado tanto tiempo, nos encuentra a ambos distintos, transformados. Dispuestos a re-descubrirnos.


El primero de los cambios es notorio: nuestro amigo se cambió de casa. Su nueva casa, cercana al río, le permite crecer, expandirse, abrir sus alas. De todas formas, luego de sortear un llamativo embotellamiento rutero (según lo que pudimos averiguar, ya no tan frecuentes en este nuevo predio), y algunas notables demoras en conseguir los elementos que aseguraran nuestro ingreso (algunos podrían leer esto y llamarme ingrato, pero es algo que no deja de llamar la atención, luego de tantos años de práctica y organización), pudimos confirmar que también hay cosas que nunca cambian: la presencia de ese ritual celebrado en las inmediaciones del predio, con personas de todas las procedencias, sus banderas y, obvio, los puestos que venden “de todo”. Era tal el ambiente festivalero que prácticamente nos obligó a detenernos en uno de esos puestos e ingerir una de esas mezclas de alto octanaje y poco recomendables para la salud, mientras nos deteníamos un rato a mirar la marea de gente fluir.

Lamentablemente, la idílica escena fue momentáneamente interrumpida por la presencia de un helicóptero que, desde escasa altura, le pedía a la gente “circular”. Estaba claro, estamos en la provincia de Córdoba. Más confirmada quedó esa sensación al observar la ridícula cantidad de oficiales de azul que custodiaban el camino de ingreso al predio. Imposible abstraerse de lo sucedido recientemente en Rumipal, y la ausencia de Ismael Sosa. Por fortuna (o por estar en un año electoral), los muchachos de azul fueron reemplazados dentro del predio, por los innumerables carteles violetas de su jefe, quien parece ser uno de los máximos sponsors de la cita.

Inmediatamente ingresado al predio, una certeza me invadió: esta modalidad actual del festival serrano, claramente influido por los viajes de su organizador a los grandes e históricos festivales europeos (léase Glastonbury, Donington, Rock Am Ring, etc), con su multiplicación de escenarios, actividades y atracciones, hace que sea absolutamente imposible ver todo. Algo que sí resultaba posible, por ejemplo, en las primeras y ya lejanas encarnaciones del festival realizadas en la Plaza Próspero Molina. Al tener un solo escenario, las bandas debían turnarse y la superposición no era posible. Esta edición 2015, cuenta con 5 escenarios, además de otras atracciones (como el show de Fuerza Bruta) y surge a partir de ello, una cuestión de pros y contras. Claramente, se da la posibilidad de multiplicar enormemente la cantidad de bandas participantes en el festival. Pero por otro lado, el espectador tiene la desventaja de en muchos casos tener que optar entre dos o más números que le interesen. Y las bandas, sobre todo aquellas que se ven relegadas a los escenarios menores, si bien suman a su CV una actuación en Cosquín Rock, muchas veces terminan tocando a una cantidad irrisoria de gente.

Dicho esto, adelantamos que es absolutamente imposible realizar una cobertura integral de todo lo que pasa en el festival. Salvo que se trate de un medio con un batallón de periodistas acreditados, o bien que uno sea Jamie Madrox, el Hombre Múltiple de los X-Men, y logre de esa manera estar en varios lugares al mismo tiempo. Siendo así, debimos realizar decisiones para completar nuestro derrotero. Y decidimos en primera instancia encaramarnos hacia una de las carpas, en este caso la sponsoreada por una gaseosa. Al llegar, Hernán Casciari estaba recorriendo las líneas finales de uno de sus escritos. En los pocos minutos que llegamos a presenciar de su actuación fueron varias las carcajadas que hizo brotar, por lo que ya anotamos como cuenta pendiente el presenciar el espectáculo completo en una de las próximas oportunidades que se escape para estas tierras mediterráneas. O sino, siempre tenemos a la Internet.

A continuación y en el mismo lugar, fue el turno de una de las bandas que más ha crecido en el último tiempo en el boca en boca que suele originarse al costado del mainstream: Humo del Cairo. El trío hizo gala de un stoner rock en un estado de casi máxima pureza. Largos y machacantes pasajes instrumentales, sonido seco y crujiente como si en vez de Punilla estuviéramos en medio del desierto de Mojave, y líricas voladas y por muchos momentos indescifrables. Si bien esto último suele ser una de las características del género, la situación no fue mejorada con el sonido que presentaba la carpa en cuestión. Buena presentación, y confirmación de que todo lo que se venía hablando de ellos, era verdad (salvo los rumores de procedencia dudosa, claro está).

Luego de una visita a los baños químicos, volvimos al mismo lugar. Se avecinaba la presentación de uno de los puntos fuertes (para este cronista) de la jornada. Ese díscolo rockstar que es Carca tomaba el centro de la escena. Munido de su guitarra, una campera que parecía salida de una fantasía rockero-espacial, de ese extraño instrumento que es el Theremin, y acompañado por el resto de su banda (bajo y batería), desplegó en algo así como 50 minutos un panorama de su elasticidad estilística. Rock ruidoso y setentoso, boogie movedizo, blues desgarrador, y un par de clásicos tirados por el camino, todos con la dosis de actitud necesaria para que no olvidemos que estamos en presencia de un tipo al borde de la combustión espontánea. El punto más alto de su actuación, incluso, fue toda una premonición: Sonreíste, sonreíste… te diste vuelta y sólo viste… Nubes Negras. En ese momento fue disfrutado como el clásico del que se trata, pero poco podríamos imaginar que era todo un presagio de lo que se vendría después.

Cuando emergimos de la carpa, la actuación de Los Auténticos Decadentes ya estaba bien avanzada. Los ecos de ese himno fiestero (entre los incontables que tienen) que es Entregá el Marrón, ya resonaban por el valle. Puede ser que su estirpe de banda infaltable en toda fiesta que se precie de tal (todos sabemos que un casamiento donde no se escuche un tema de ellos, debería ser anulado), haya propiciado su demorada inserción en el circuito de festivales rockeros, e incluso la hayan pospuesto en la consideración del rockero medio. Pero la verdad, es una picardía perderse una sucesión de clásicos tal como la que mostraron, por algo tan nocivo como los prejuicios. Canciones como Un Osito de Peluche de Taiwán, El Murguero (no podía faltar siendo carnaval), La Guitarra y hasta su versión reggae-andina de Gente Que No tuvieron su lugar, para cerrar la fiesta con Y La Banda Sigue. Un exitoso regreso de este combo multirrítmico, que dejó al grueso de los asistentes con ganas de seguir moviendo las patitas.


Lamentablemente, estas ansias no fueron saciadas con la actuación de Babasónicos. Si bien son ya un clásico presente en la mayoría de las ediciones del festival serrano, en el cual suelen tirar toda la carne al asador, esta vez la banda capitaneada por Dárgelos falló en su intento por enganchar, por cautivar al público. Fue como si la pulsión rockera y la actitud que demostró Carca en su set solista (ahora ocupando el lugar de multiinstrumentista en Babasónicos) no hubiera podido ser contagiada al resto de sus compañeros. La mayoría del set estuvo integrado por los temas surgidos en su etapa de mayor popularidad, quizá abusando de los medios-tiempos y las canciones de tinte romántico. Bien lejos están de aquellas épocas de búsqueda constante, en la que mutaban sonora y visualmente de un disco a otro. Prueba de esto es que sólo dos temas sonaron de su prolífica etapa pre-Jessico (Viva Satana! y Desfachatados fueron los elegidos), además de un guiño en forma de mash-up, introduciendo la letra de Egocripta en las estrofas de Y Qué. Y si bien el frontman se prodigó en sus habituales trances coreográficos, estuvo latente durante el show una sensación de distancia entre público y banda, que, a la distancia, parecía estar cumpliendo con un trámite.

Bien diferente fue la situación a la hora del número central del sábado. Andrés salió bien arriba en su regreso (la voz oficial dice que es su primera actuación en Cosquín Rock, pero recordemos que su retorno a Argentina sucedió en aquel festival “paralelo” en la Próspero Molina, de escasa duración). Casi a las trompadas, podríamos decir, con Alta Suciedad y El Salmón como los dos primeros ganchos a la mandíbula de un público que aguardaba ansioso, casi expectante. Si bien su imagen dista bastante ya de aquella de sus tiempos de bohemia, imagen que posiblemente haya quedado registrada en nuestras retinas, se lo vio de muy buen humor. Ataviado con una remera Adidas negra, sus clásicos lentes negros, una misteriosa vincha y sus rebeldes rulos notablemente recortados, se embarcó en una larga seguidilla de hits (¿hubo alguna canción que no lo fuera?) antes de realizar su primer saludo formal hacia la gente. En sus alocuciones, donde aprovechaba para tomarse un par de mates (quizás otro signo visual de que sus años de reviente habrían quedado atrás), se lo tonó particularmente abocado en saludar y congratular a sus compañeros de fecha, como así también lamentar el no coincidir con otros de sus amigos para poder saludarlos. Incluso, aprovechó para referirse con sorna a situaciones judiciales (pasadas y presentes), como antes de arremeter con la canción Loco, y sus ya conocidas y provocadoras estrofas.

El recuerdo de los amigos volvió en una de las partes más emotivas del show: el momento de entonar su clásico moderno Los Chicos. El recuerdo de los músicos amigos del Salmón que “se fueron arriba antes que yo” se sucedió en las pantallas, mientras el público abajo se embarcaba en uno de los escasos momentos pogueros de la primera noche del festival. Ahora bien, el paneo por su trayectoria fue completo. No sólo estuvieron estos clásicos de su etapa solista, sino que también sacó a relucir gemas de las bandas que cimentaron su trayectoria. Es así como, casi de manera inesperada, sacó a la cancha Mil Horas de Los Abuelos de la Nada, y Sin Documentos de Los Rodríguez. A esta altura, el presagio de Carca horas atrás se hizo realidad, y las primeras gotas empezaron a caer para dotar de un carácter aún más épico a la actuación del Salmón. Lejos estábamos, sin embargo, de prever lo que estas lluvias significarían, no sólo para el festival sino para toda la provincia, horas después.

El cierre mantuvo el tono emotivo recordando al Carpo con una impecable versión de Sucio y Desprolijo que fue coreada a viva voz por la gente que, luego de esto, emprendió una postal muchas veces repetida: felices y mojados, emprendieron la salida del predio del festival (esta vez ya sin barro), haciendo un repaso mental y verbal por las imágenes y sonidos que dejó el día; y empezando a levantar también la expectativa por la jornada siguiente. Pero claro, eso ya será motivo de otra historia…



Cronista: Luis Parodi

Fotografía: Matías Vercelli (más fotos en su Flickr)

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