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domingo, octubre 30, 2011

Tonolec - Teatro Real - Córdoba - 19/10/2011


SUSURROS ANCESTRALES


Había una vez una selva donde se levantaban algarrobos, vinales, chañares, itines, garabatos y raíces, que desmenuzaban la tierra y la abonaban; entonces, las hojarascas fabricaban el mantillo que protegía el suelo del calor del verano; además, el paisaje estaba penetrado por lagunas, esteros, bañados y riachos que lengüeteaban cada nido con la espuma en la boca; era un paisaje donde habitaban manchas interminables de lombrices, hormigas, bacterias, pumas, guazunchos,  chanchos moro.
Y estaba el hombre, que hacía un pocito en el suelo para desalentar fantasmas, o afilaba sus armas y salía de caza a medianoche; así, en aquel mágico instante, los pactos milenarios hacían lo suyo: alimentos, abrigo y sueño eterno de los creadores. Una visión posada sobre la noche, que invitaba a la danza y al canto, a la celebración de los teros y los zorzales.

Tonolec, también conocido como caburé, evoca un ave del monte chaqueño que con el canto hipnotiza a sus presas. Y eso es lo que pasó en el escenario del Teatro Real el pasado miércoles, cuando el dúo electro-folk-étnico que lleva ese nombre no hizo otra cosa que atraer, convocándonos a los presentes a un rito antiguo y moderno, tribal y a la vez, universal; en plena mitad de semana y a teatro lleno. 

Cuando el dúo compuesto por Charo Bogarín y Diego Pérez está sobre las tablas, a uno le brota agua desde los pies, las manos se vuelven mapas misteriosos de espinas y matorrales y la cara se agrieta de tanto sol bien amado, de tanto caminar en solitario. Tonolec toca, canta, actúa, llora, ríe y desnuda un alma ancestral, que hermana mundos que podrían parecer –a simple vista- muy distintos. Allí es donde Tonolec acierta y conmueve: cuando los silencios dicen más que los sonidos, cuando las letras, repetidas, adquieren un sentido que les devuelve el color, el sentimiento y la sabiduría a unas canciones que resbalaron por la coqueta Sala del Real como serpientes que pelean para no extinguirse. 

Desde el primer momento (22:15), cuando sonó “Lamentos”, la tierra abrió su gran boca para llevarnos de un solo mordisco. Tonolec es una formación que armoniza el sonido electrónico con la música folklórica o de la cultura toba, y nos remite necesariamente al paisaje, y a los ciclos naturales e históricos del Chaco. Porque cuando Charo le habla a su público revela lo que han venido a poner en esa botella lanzada al Pilcomayo: les habla a los niños y los arrulla con su voz y se deja arrullar por una “Canción de cuna” que la mima desde la memoria, invita con su dulce voz a los enamorados, estremece cuando describe la belleza de los años, o invita a revelar todos los secretos al abrir sus brazos, y danzar. Y así enroscarse plácidamente en nuestra piel.

Y le queda tiempo para homenajear a la mujer y su valentía. Con una mirada que penetraba hasta el desvelo,la cantante citó el coraje de su madre que perdió al compañero durante la dictadura. 

Y todo parece tener sentido: detrás de la conmoción hay una recurrencia de la historia, una sistemática y aberrante rueda impune. Primero fueron los antiguos dueños de las flechas, después el gaucho (rescatado puntualmente por la Bogarín como un combativo personaje de nuestro mundo rural precapitalista) y, finalmente, sus descendientes de clase, explotados, perseguidos y asesinados. La lógica macabra del blanco cabrón: bala mata magia, bala mata facón, bala mata ideas. Bala mata naturaleza. Bala mata.

Y esa historicidad es recurrente en la obra de Tonolec. Porque su laburo es un órgano vivo que comenzó a hurgar en la lengua qom desde  su primer trabajo (Tonolec, 2005), buscando allí los orígenes,su identidad como músicos. Una identidad que fue ampliándose a partir de su segundo disco (Plegaria del árbol negro, 2008), donde comienzan a versionar a autores de nuestro folclore, hasta incorporar composiciones del cancionero popular latinoamericano en su último trabajo (Los pasos labrados, 2010).

La exquisita mixtura tiene como segundo pie a Diego Pérez, un músico versátil que desde los teclados o la guitarra es coautor de una construcción sonora que se genera minuciosamente. Desde sus acordes aparecen los bramidos de la mitología chaqueña, la oscuridad del cielo, el paisaje y sus insectos. Electricidad y canto toba, sonido envolvente y chacarera, milonga, copla, pero nada ajustado a cánones tradicionales. Por el contrario, las tramas maquinadas se vuelven viento, estampida de pájaros, quietud del alba, espíritu libre.

En el escenario -acompañados por Lucas Helguero (La Bomba de Tiempo)- deshojaron temas de sus tres discos: “Techo de Paja”, “Plegaria del árbol negro”, algunos clásicos del folclore como “Antiguos dueños de las flechas (Indio Toba)” de Ariel Ramírez y Félix Luna, “Zamba para olvidar” de Daniel Toro o “El cosechero”, de Don Ramón Ayala, versiones en lengua toba como “Cinco siglos igual”, de León, o perlitas como “La Luciérnaga”, dejada para el gran final. En cada una de esas canciones, Tonolec reflejó un Universo propio, un lenguaje particularmente enigmático.

Como si cada una de esas canciones hubiera sido susurrada durante siglos.


Texto: Luis Funes

Fotos: La web

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miércoles, octubre 26, 2011

Dancing Mood presenta su nuevo álbum triple Non Stop


Hugo Lobo y su big band estarán el próximo sábado en Córdoba, presentando el fruto de tres años de intenso trabajo materializado en tres discos que logran de alguna manera sintetizar el legado histórico de 50 años de Ska, el ritmo que atraviesa las más de 3 horas y media de música que representa Non Stop, en donde se contrastan sonidos vintage, lovers, de virtuosismo instrumental y ritmos contagiosos, coloridos arreglos orquestales junto a una variada selección de invitados convocados especialmente para la obra.

Estos discos son el resultante de la visión musical de su líder, quien se propuso hacer una labor de reconstrucción del legado histórico de la música Ska,  proyecto que justificó el viaje de este músico argentino al Reino Unido, para unir las piezas de este rompecabezas histórico-musical, enlazando la prehistoria de la música jamaiquina con los nuevos talentos como Gaz Mayall (Trojans/Gaz´s Rocking Blues e hijo del padre del Blues blanco John Mayall) y la joven voz de Georgia Ellis (hija del Padrino del Rocksteady, Alton Ellis),  revisitando cada era que ha conocido el ska en sus 50 años de vida. 

Dancing Mood estará este fin de semana presentando Non Stop, el sábado 29 de Octubre a las 23 hs en Captain Blue XL, Córdoba. Las entradas anticipadas están disponibles a un valor de $40 en Edén y Locuras, y a $50 en la puerta.

El resto de la gira de Non Stop recorrerá el país de la siguiente manera:

Viernes 4 de noviembre en Rosario
Sábado 5 de noviembre en Rosario
Viernes 11 de noviembre en Chaco
Sábado 12 de noviembre en Entre Ríos
Sábado 26 de noviembre: SHOW SORPRESA
Domingo 27 de noviembre en Mendoza
Sabado 10 de diciembre en Niceto junto a Movies (Brasil)

Te dejamos, para ir calentando motores, el corte de este ambicioso trabajo, y tema que le da nombre a los discos: Non Stop. Disfrutalo.



Ah, y no te olvides, después del show, de leer la crónica de todo lo que pasó en el recital y las mejores fotos, cortesía de El Sotano Rock.

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viernes, octubre 21, 2011

Deep Purple - Orfeo Superdomo - Córdoba - 18/10/2011





Viejo es el viento, y sigue soplando...


Muchas veces nos preguntamos, al ver bandas como los Rolling Stones, AC/DC o Aerosmith, cuál es el límite de edad en el que una persona puede seguir siendo una estrella de rock sin caer en el patetismo. En la anterior visita anterior de Deep Purple a tierras cordobesas, pareció vislumbrarse una temprana fecha de vencimiento para estos héroes del hard rock, fundamentalmente para su cantante Ian Gillan, quien además de la pinta de abuelo dominguero que ya portaba, dejó escuchar una ronquera y una endeblez notable en su voz. A partir de ahí, se multiplicaron los comentarios de “este viejo no puede cantar más” y similares, y creció también la expectativa y la incertidumbre cuando se anunció una nueva visita de la banda a Córdoba.

Casi de más está decir que las dudas quedaron inmediatamente despejadas luego de los primeros acordes de Highway Star, el legendario tema que los crecidos muchachos eligieron para abrir su show en el Orfeo, y Gillan apareció desde la austera escenografía (apenas un telón de fondo con una imagen del Partenón y el logo de la banda) para comenzar a hacer vibrar al público presente durante alrededor de 1 hora y media de repaso por los clásicos que hicieron a Purple un gigante de todos los tiempos en materia de Rock and Roll. De todas maneras, cabe aclarar que el volumen de los instrumentos por momentos parecía estar demasiado al frente con respecto a la voz del experimentado frontman, quizás en un intento por cuidar sus cualidades vocales (recordemos que es una larga gira y que pese que se la banca, tampoco debe estar para deshilacharse la garganta en cada noche), o también por tapar cualquier bache o imperfección que pudiera surgir de su interpretación

Ya que hablamos de los instrumentistas, es sabido que este apartado ha sido siempre un punto alto dentro de la esencia de Deep Purple. Ya no están Ritchie Blackmore y Jon Lord, los encargados de aquellas épicas batallas instrumentales, a pura técnica entre guitarra y teclado, pero sus reemplazantes han demostrado ser más que aptos para ocupar ese lugar. Presentados por Gillan como el “aviador” Steve Morse y el “increíble” Don Airey, ambos tuvieron el acostumbrado lugar para su lucimiento personal, esos pasajes donde los spots se centran sobre su figura para que desplieguen todo su arsenal, animándose incluso a incluir pasajes de otros artistas en medio de esa avalancha de notas, como el fraseo de Sweet Child O Mine que sacó a relucir Morse, o la intro de Mr. Crowley y el ya acostumbrado pasaje de Adiós Nonino que Airey ejecutó desde su interminable marea de teclas. Un escalón más abajo en virtuosismo, pero más arriba en onda y presencia escénica estuvo el inoxidable Roger Glover al bajo, con su inconfundible pañuelo en la cabeza y permitiéndose también un breve espacio para el lucimiento personal, mientras que el “nono” Ian Paice apuntalaba toda la maquinaria sentado tranquilamente en su batería, casi como un jubilado rockero que saca la reposera a la vereda para ver a la gente pasar, pero con un terrible sentido del ritmo que, aunque austero en movimientos grandilocuentes, sonaba como una patada en el pecho cada vez que se lo propuso.

De todas maneras, la primera sorpresa al ingresar al Orfeo fue encontrar la pista totalmente cubierta por butacas, seguramente orientado a que el público de la banda sería de una franja de edad similar a los que estaban arriba del escenario. Y si bien en cierta parte fue así, la verdad es que los imperecederos clásicos de Purple posibilitaron la concurrencia desde señores de 60 para arriba con sueter al hombro, hasta chicos de 11/12 años, seguramente haciendo sus primeras armas en esto de ver una banda de nivel internacional en vivo. Entre estos extremos, gente de una gran diversidad de edades se llegó hasta el recinto, llamando bastante la atención que las ubicaciones que estuvieron colmadas fueron las de las habituales plateas con las que cuenta el estadio, mientras que las butacas ubicadas en el campo estuvieron en un poco más de 2 tercios de su capacidad. 

 
La mayoría de la gente disfrutó, sentada o parada en el lugar, hasta el momento del universal Smoke On The Water, que generó la explosión de la gente que se levantó y corrió para hacerse partícipe en el lugar disponible frente al escenario, situación que siguió de la misma manera tras el poco creíble amague de final de recital y la avalancha de clásicos que sobrevinieron después, terminando a toda máquina con Black Night, tema que pareció a pedir de boca del público argentino, tan adepto a corear los riffs de guitarra como si fuesen himnos. Obviamente, no iban a dejar pasar la oportunidad de hacerlo con uno de los verdaderos himnos de esta leyenda, que una vez más, escribió un nuevo renglón de su historia en Córdoba.

Crónica: Loco Parodi

Fotos: La web

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