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martes, noviembre 17, 2015

Octafonic - Domingo 15 de Noviembre de 2015 - Quality Teatro - Córdoba




Días del futuro presente


Domingo por la noche. Día y horario quizás un tanto poco acostumbrados para presenciar un show de rock. De todas formas, lo sabíamos, lo que íbamos a presenciar no era un show de rock común y corriente. La inusual escena se completaba con los sonidos provenientes del salón principal del Espacio Quality, donde un youtubber hacía delirar a sus numerosas fans (o por lo menos, eso podíamos intuir a partir de los alaridos que llegaban hasta la fila para ingresar al teatro).


La primera presentación de Octafonic en Córdoba quizás haya deparado en una sorpresa para ellos mismos. La sala donde se presentaron presentaba un lleno considerable, y el público un entusiasmo no menor a la hora de presenciar un espectáculo que se hacía esperar hace tiempo, incluso habiendo incorporado ya algunos pequeños ritos (y rictus) que la numerosa banda ya acostumbra en sus shows en vivo. Incluso, un agitado pogo se desató por momentos, teniendo como punto más cálido el final de Wheels, el tema con componentes más decididamente metálicos de Monster, el disco primogénito de la banda y que sonó de manera casi completa en su show en La Docta.

El comienzo del show, pese a la intimidad que proponía el recinto, fue algo distante: el frontman Nico Sorín recién le dedicó algunas palabras al público presente tras terminar el tercer tema, punto a partir del cual tanto la gente como los 9 músicos que estaban arriba del escenario comenzaron a soltarse mucho más. Justamente en ese apartado escénico, si bien el protagonismo recae mayormente en Sorín que además de cantar y tocar su instrumento actúa a manera de pivot alrededor del cual la banda se desempeña, son muy importantes los aportes del bajista Cirilo Fernández y, particularmente, del percusionista y “megafonista”, el Tano Bonadío, quienes durante varios pasajes se ponen sobre el hombro la tarea de arengar al público y mantener viva la conexión del mismo con la banda y lo que la misma está ejecutando.

De todas formas, cada uno de los integrantes posee, dentro del show, un momento para el lucimiento personal. Quizás, en parte, porque la cantidad de temas cosechados hasta el momento no llega a completar la duración promedio de un show. O quizás también, porque tanto talento puesto al servicio de la pericia instrumental y la experimentación no pueden ser solamente contenidos en las canciones. Fue así que a manera de impasse entre tema y tema se fueron sucediendo pequeñas jams donde cada uno de los Octafonic dejó volar su imaginación (y, por añadidura, la nuestra también). Así pasaron segmentos donde el tecladista Esteban Sehinkman nos llevó en un profundo viaje al mundo de los sintetizadores, el terceto de saxos integrado por Francisco Huici, Leo Paganini y Juan Manuel Alfaro dieron una pequeña master class de cómo generar onda, ritmo y baile a través de su instrumento, el bajista y el baterista Ezequiel Piazza se combinaron para una incendiaria zapada que terminó en un brutal solo de batería, el mismo Sorín utilizó su propia voz sampleada en vivo para construir una escalante sesión de scat que dejó a más de uno, justamente, sin palabras. Por último, el violero Hernán Rupolo nos dejó prendidos fuego los oídos con un solo construido sobre una base funky y terminando con una lluvia de notas.

Es a partir de estos agregados en vivo, donde el costado jazzero de Octafonic se expande. Si bien pueden claramente oírse rastros de este pulso jazzístico en las canciones de Monster, lo cierto es que las mismas parecen estar más apoyadas en las patas provenientes del rock y la electrónica, que son también componentes indispensables de su sonido (muchas veces, incluso, emulando con tracción a sangre el pulso electro que tienen varios de sus temas). De todas formas, no esperen un recital de solemnidad jazzística como pueden llegar a presagiar las fotos trajeadas de difusión. Mientras cada uno de estos intermedios es ejecutado, el resto de los integrantes se refresca con la ya célebre “birra del pico”, y a la hora de volver todos al escenario, dejan hasta la última gota de sudor en el escenario, haciendo de la experiencia de verlos en vivo un complemento entre la prolijidad y la pericia técnica; y lo visceral y exigente que un show de rock debe ser.


Como ya dijimos antes, casi todos los temas incluidos en Monster sonaron en la noche del domingo, y fueron complementados con algunos temas que, si bien no están incluidos en esa primera placa, algunos de ellos ya eran conocidos por parte del público presente. De esta manera, el divertido Adiós y el enérgico Mini Buda se intercalaron con los que podríamos llamar “hits” del disco, como Monster o Plastic. La puesta en escena fue austera, sobria, con la inclusión de unos haces de luz concentrada que llegaban en algún momento a darle un aspecto de luz sólida (si tal cosa llegase a existir) que, combinado con los sonidos que nos llegaban desde los músicos, realmente nos daban por instantes la impresión de estar pegándole un vistazo al futuro.

Cerca del final, la insistencia del público hizo que la espera fuera realmente breve, y los Octafonic se dispusieron a entregar lo último de sí en los bises, en los que sonó la excelente Whiskey Eyes (un verdadero collage de estilos musicales que realmente puede servir de fiel muestra del estilo de la banda), para terminar de despedirse con la inédita What?, una canción con reminiscencias de la locura marca Patton de bandas como Fantomas o Tomahawk.


En definitiva, un debut exitoso, una visita que nos dejó con el deseo de que sean muchas más; y que a algún desprevenido que no haya sabido lo que iba a presenciar, quizás lo haya dejado preguntándose justamente: WHAT?



Crónica: Luis Parodi

Fotos: Matías Vercelli

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