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miércoles, noviembre 16, 2011

Pearl Jam - Estadio Único - La Plata - Argentina - 13/11/2011

SIGUE ROCKEANDO EN EL MUNDO LIBRE

Cuando los últimos acordes de Yellow Ledbetter (el tema que, desde hace algún tiempo, Pearl Jam eligió para cerrar sus shows) todavía dejaban su estela en el aire, un pensamiento invadió de manera casi empática a las ¿más de 60 mil? personas que colmaron el Estadio de La Plata: “la puta, ojalá no vuelvan a pasar 6 años para volverlos a ver”. De alguna manera, podemos estar casi, casi seguros de una cosa: los integrantes de la banda seguramente pensaban algo parecido.

Mucho se ha hablado en este último tiempo acerca de la actitud del público argentino frente a los shows de bandas internacionales, y también de la actitud de dichas bandas para con el público. Si bien muchas veces puede ser acertado el tildar de demagogia algún gesto congraciador de alguna banda y/o solista para con el público de nuestro país (como la consabida camiseta de la selección, o el “son el mejor público del mundo”), la comunión vivida entre banda y público el pasado domingo en La Plata tuvo innegables ribetes de autenticidad. No se trató para nada de una marea humana tratando de ser más protagonista del recital que la banda misma, y los gestos de retribución desde arriba del escenario nada tuvieron que ver con el “tribuneo”. Se trató de 3 horas donde ambas partes, banda y público, se entregaron mutuamente lo mejor de sí.

La interminable fila de la autopista hizo que no fuera posible asistir al show previo de X, la banda a la cual los Pearl Jam le tributaron una especie de “rescate emotivo”, eligiéndolos para abrir los shows de esta gira latinoamericana. La distancia desde el escenario hasta los ojos de este observador también hizo que muchos pequeños detalles pasaran desapercibidos (como la remera de Ramones que Eddie posó sobre uno de los retornos ni bien empezado el recital). Lo que fue imposible de captar fue la sorpresa que causó la apertura del show. Cuando uno piensa en un recital de una banda del calibre de Pearl Jam, y con un muy buen último disco para presentar, uno presupone que salen a patear cabezas de entrada, a mover a la multitud como para que vean lo que se viene. Pero no, ellos no. Ellos abrieron con Release, el desgarrador tema que abre su primer e histórico disco, Ten. Una vez que el tremendo vozarrón de don Vedder llenó la inmensidad del Estadio Único, ahí supimos lo que se nos venía encima. Fue también en ese momento cuando caí en la cuenta de que la credibilidad que Pearl Jam ostenta en el mundillo del rock no tiene que ver solamente con las decisiones que fueron tomando a lo largo de su carrera. Tiene que ver con su falta total de pose, con su austeridad escenográfica, con el no necesitar de radios comerciales ni canales de videos para transformar éxito en leyenda. Con la sincera emoción de Eddie al recordar a los Ramones antes de pedir prestado su I Believe In Miracles, o el agradecimiento a un público que no dudó en expresar su amor incondicional (“Quizás la próxima vez nosotros les tenemos que pagar a ustedes” dijo el frontman después de una interminable arenga del público).

En cuanto al setlist que los PJ armaron para la ocasión, impecable. Es cierto, en shows de esta magnitud siempre suelen quedar clásicos o favoritos personales que se extrañan y se piden a gritos. Pero, créanme, en estas 3 horas de recital fueron muy pocos. Incluso se tomaron el atrevimiento de, además del homenaje ramonero, citar a “un tal Roger Waters” para una emocionante e inesperada versión de Mother, el clásico floydiano que seguramente sonará interminables veces en marzo desde el Monumental. Entre los momentos más altos del show se puede citar una orgásmica versión de Even Flow (con un Mike McCready prendido fuego en un interminable solo), la intimista versión del futuro clásico Just Breathe, sólo con Vedder y el tecladista Boom Gaspar, y la fusión entre público y banda en temas como Black o Last Kiss.

El final llegó (lamentablemente, en algún momento tenía que terminar) con todas las luces del estadio prendidas, y a puro coreo con Keep On Rockin´ On The Free World, y la ya citada Yellow Ledbetter. Con el convencimiento de que queríamos más, pero que de igual manera quedaba ya muy poco por entregar, de ambos lados del escenario. La multitud partió, algunos con una sonrisa guasonesca en sus caras por lo que acababan de vivir, otros con la piel todavía erizada por lo que les tocó sentir. ¿Qué cómo sé que los miembros de la banda tampoco quieren esperar tanto para volver por estos lados del mundo? Les dejo como cierre lo que posteó el bajista un par de días después del show en el facebook oficial de PJ (no, no es peronista, en http://www.facebook.com/PearlJam):

From the stage, the best crowd/show of all time, an acid trip of Argentinian passion. Hard to explain not only what we were seeing but what we were feeling....first time in a long time that I couldn't sleep after a show.
Still processing it....
--Jeff Ament

“Desde el escenario, el mejor público/show de todos los tiempos, un viaje en ácido de pasión Argentina. Difícil de explicar no sólo lo que estábamos viendo, sino lo que estábamos sintiendo… la primera vez en mucho tiempo que no puedo dormir después de un show.
Todavía lo estoy procesando…”
--Jeff Ament


Crónica: Loco Parodi
Fotos: Facebook oficial (http://www.facebook.com/PearlJam)

 

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jueves, noviembre 03, 2011

Dancing Mood - Captain Blue XL - Córdoba - 29/10/2011


DE HUMOR PARA BAILAR


El sábado pasado recordé por un minuto las épocas (bastante lejanas ya) en las cuales comenzaba este camino de ver bandas en vivo, y si por esas casualidades mi abuela estaba en casa en ese momento, inevitablemente me preguntaba si me iba “a ver una orquesta”.

Esta noche, le hubiera dicho: “Sí”

Lo primero que me impactó tras pasar el férreo cordón de cacheo policial en el ingreso al galpón del XL, fue la cantidad de gente. Sinceramente, nunca había visto ese local (que pese a sus deficiencias de sonido, y viendo que la Vieja Usina posiblemente pase a convertirse en un nuevo paseo-shopping, es de lo más grande que puede aspirar una banda que toque en Córdoba, dejando de lado al Orfeo) con una cantidad semejante de gente, que luego de mi ingreso siguió incrementándose hasta, según se dice, agotar la cantidad de entradas dispuestas para la ocasión. La sorpresa fue más grata aún, porque lo que esa marea de gente venía a presenciar era a una banda fundamentalmente instrumental, que venía a presentar su flamante disco triple. Si existe una combinación más anticomercial en términos de mercado, me avisan. Por suerte (o por calidad, o por algún otro factor), la gente respondió con creces a la arriesgada apuesta de Hugo Lobo y los suyos.


Justamente, nombrando al trompetista y líder de la agrupación, se pudo ver a un frontman totalmente agradecido y muy locuaz con el público (lo que me llevó a generar la hipótesis de que el hecho de no cantar le permite tener la garganta intacta para sus intercambios con el público). Frontman que llevó adelante a una numerosa, talentosa y ajustada big band, que por espacio de más de 2 horas paseó al público presente por muchas (o casi todas, o todas) las variantes de un género cincuentenario como el ska puede ofrecer. Para cumplir con esto, a la trompeta de Lobo se sumaron una flauta traversa, una armónica, dos saxos y tres trombones (entre los cuales estaba el del ilustre invitado especial Fernando Alvareda, cuyo nombre nos suena de tanto nombrarlo Vicentico antes de los solos de trombón de tanto hit Cadillac), conformando una primera línea de vientos. En la parte trasera de la disposición escénica, pero obviamente no menos importantes, la banda se completó con dos tecladistas, batería, bajo, guitarra y percusión.


Para ponerle un moño de lujo a este terrible combo sonoro, se llegó hasta Córdoba la espectacular Deborah Dixon, que con su vozarrón le puso alma a las canciones cantadas que Dancing Mood eligió mostrar en la noche del sábado, distribuyendo dosis de fuerza y dulzura, en cantidades y momentos exactos.

No habrá en esta crónica listas ni nombres de temas (se me hace muy difícil retener nombres de temas instrumentales, lo que me lleva a la pregunta de ¿cómo se hace para ponerle nombre a un tema sin letra? Pero eso es terreno para otra discusión).  Lo que sí puedo relatar es la entrega de la banda, advertida desde el mismo inicio del recital por su líder (“miren que vamos a tocar mucho, después van a querer que nos vayamos” o algo por el estilo),  entrega que a su vez fue replicada desde el público, que se bancó estoicamente la hora de espera entre la primera y la segunda parte del recital, espera que se prolongó por problemas de electricidad en el sonido, sin que un alma abandonase el recinto. Hecho este, que propició que Hugo se prodigara aún más en sinceros agradecimientos al público que se quedó hasta el final.


Final que, con la sucesión de hits que la big band argentina entregó, convirtió a la larga pista del Captain Blue XL en una inmensa pista de baile cuasi coreografiado, de miles de personas hipnotizadas  por el ritmo y el color del ska.

Crónica: Loco Parodi

Fotos: Matías Vercelli

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