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martes, abril 12, 2011

Iron Maiden - Estadio Vélez Sarsfield - Buenos Aires - 08/04/2011


Con puntualidad inglesa, a las 9 y cuarto de la noche las luces del José Amalfitani se apagaron para dejar sólo el fondo símil cielo estrellado que, acorde con la temática de su último disco, preparó Iron Maiden para su nuevo desembarco en Argentina. Así, cuando todavía muchos de los que se colgaron tomando la última cerveza por las calles de Liniers seguían entrando al estadio, largó -a un volumen considerablemente bajo- Satellite 15, tema introductorio de The Final Frontier, la placa que trajo a la Doncella de Hierro una vez más frente al público argentino.


A partir de acá, vale una observación. Llamó la atención de este cronista cómo gran parte del público, si bien evidentemente disfrutaba del recital, parecía sólo esperar que la banda entregara los clásicos que preparó para la ocasión para saltar, gritar y realizar los clásicos coreos de las partes de guitarra por los que la hinchada argentina es tan célebre entre las bandas de estadios. Así, fueron tratados casi con indiferencia grandes temas que componen esta nueva etapa de Maiden desde el regreso de Bruce Dickinson, pese a tratarse de grandes obras como la contundente canción que da nombre al más reciente disco y que fue la encargada de abrir el show luego de la intro de rigor, o la emotiva (y casi profética si leemos la letra) Where The Wild Wind Blows.
La banda, a lo mejor tomando conciencia de la recepción que tienen las canciones que cimentaron su historia como gigantes del metal, decidió entonces justamente ir mechando, barajando los temas infaltables (aunque un par se echaron de menos, como Run To The Hills o Aces High), entremezclados entre los temas de la última década, entre los cuales obviamente fueron mayoría los de su larga duración del año pasado.
Los viejitos se la bancan, y además de tocar mucho y bien -fueron 2 horas casi exactas de una ejecución precisa, casi de relojería de las canciones-, le ponen el cuerpo a la situación, especialmente el ya nombrado Dickinson, con sus corridas por la planta baja y el primer piso del escenario (todo eso sin pifiar una nota, y después de haber piloteado el avión que los lleva por todo el mundo, lo que se dice un frontman completito); y el violero Janick Gers, encargado de desplegar una interminable pirotecnia visual de piruetas, patadas y solos a la velocidad del rayo.


Impecable la puesta en escena, que además de estar respaldada por la escenografía espacial-futurista que le sirve de temática en esta gira, fue complementada por sucesivos telones de fondo para las canciones que ilustraban de manera espectacular aquellas canciones que contaban con una temática determinada (imposible no sentir la adrenalina subiendo al descubrir el telón con la ya mítica figura de The Trooper). Parte también de la puesta visual fueron dos versiones diferentes de Eddie, uno de unos 3 metros de alto que interactuó con los músicos, y que incluso se calzó una guitarra y por un rato además de la mascota fue el cuarto violero de Maiden. Su segunda aparición, más adelante en el recital, fue en forma de cabeza y manos gigantes (gigantes en serio, eh) que acechaba a músicos y audiencia desde la parte de atrás del escenario. Lamentablemente, no fue tan impecable la puesta sonora, que además del bajo volumen con el que contó al principio y que fue gradualmente mejorando, por momentos registraba subidas y bajadas bruscas del volumen de algún instrumento, como si todavía se estuvieran haciendo correcciones de último momento.


De todas maneras, poco le importó esto a las casi 45 mil almas sedientas de metal que agitaron los cimientos de la cancha de Vélez, que corearon hasta el final que llegó con Running Free, que se desvivió para que, como aclaró el mismo Dickinson mientras observaba casi maravillado a la hinchada corear el famoso "Iron Maiden es un sentimiento, no puedo parar", la para Argentina sea el material fundamental del DVD en vivo que están preparando y cuya prueba fueron la gran cantidad de cámaras que registraron cada detalle. Así, y como seguramente sucedió tras los recitales de AC/DC, la despedida de las sudorosas pero contentas huestes metaleras fue: "nos vemos en el DVD".

Crónica: Luis Parodi

Fotos: Web

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