Vivencias del Cosquín Rock 2015 - Día 1
Nubes Negras
Volver luego de tantos años al Cosquín Rock fue, de
alguna manera, como volver a visitar después de muchos años a un viejo amigo.
Un viejo amigo con el cual vivimos muy buenos momentos, pero que habiendo
pasado tanto tiempo, nos encuentra a ambos distintos, transformados. Dispuestos
a re-descubrirnos.
El primero de los cambios es notorio: nuestro amigo se
cambió de casa. Su nueva casa, cercana al río, le permite crecer, expandirse,
abrir sus alas. De todas formas, luego de sortear un llamativo embotellamiento
rutero (según lo que pudimos averiguar, ya no tan frecuentes en este nuevo
predio), y algunas notables demoras en conseguir los elementos que aseguraran
nuestro ingreso (algunos podrían leer esto y llamarme ingrato, pero es algo que
no deja de llamar la atención, luego de tantos años de práctica y
organización), pudimos confirmar que también hay cosas que nunca cambian: la
presencia de ese ritual celebrado en las inmediaciones del predio, con personas
de todas las procedencias, sus banderas y, obvio, los puestos que venden “de
todo”. Era tal el ambiente festivalero que prácticamente nos obligó a
detenernos en uno de esos puestos e ingerir una de esas mezclas de alto
octanaje y poco recomendables para la salud, mientras nos deteníamos un rato a
mirar la marea de gente fluir.
Lamentablemente, la idílica escena fue momentáneamente
interrumpida por la presencia de un helicóptero que, desde escasa altura, le
pedía a la gente “circular”. Estaba claro, estamos en la provincia de Córdoba.
Más confirmada quedó esa sensación al observar la ridícula cantidad de
oficiales de azul que custodiaban el camino de ingreso al predio. Imposible
abstraerse de lo sucedido recientemente en Rumipal, y la ausencia de Ismael
Sosa. Por fortuna (o por estar en un año electoral), los muchachos de azul
fueron reemplazados dentro del predio, por los innumerables carteles violetas
de su jefe, quien parece ser uno de los máximos sponsors de la cita.
Inmediatamente ingresado al predio, una certeza me
invadió: esta modalidad actual del festival serrano, claramente influido por los
viajes de su organizador a los grandes e históricos festivales europeos (léase
Glastonbury, Donington, Rock Am Ring, etc), con su multiplicación de
escenarios, actividades y atracciones, hace que sea absolutamente imposible ver
todo. Algo que sí resultaba posible, por ejemplo, en las primeras y ya lejanas
encarnaciones del festival realizadas en la Plaza Próspero Molina. Al tener un
solo escenario, las bandas debían turnarse y la superposición no era posible.
Esta edición 2015, cuenta con 5 escenarios, además de otras atracciones (como
el show de Fuerza Bruta) y surge a partir de ello, una cuestión de pros y
contras. Claramente, se da la posibilidad de multiplicar enormemente la
cantidad de bandas participantes en el festival. Pero por otro lado, el espectador
tiene la desventaja de en muchos casos tener que optar entre dos o más números
que le interesen. Y las bandas, sobre todo aquellas que se ven relegadas a los
escenarios menores, si bien suman a su CV una actuación en Cosquín Rock, muchas
veces terminan tocando a una cantidad irrisoria de gente.
Dicho esto, adelantamos que es absolutamente imposible
realizar una cobertura integral de todo lo que pasa en el festival. Salvo que
se trate de un medio con un batallón de periodistas acreditados, o bien que uno
sea Jamie Madrox, el Hombre Múltiple de los X-Men, y logre de esa manera estar
en varios lugares al mismo tiempo. Siendo así, debimos realizar decisiones para
completar nuestro derrotero. Y decidimos en primera instancia encaramarnos
hacia una de las carpas, en este caso la sponsoreada por una gaseosa. Al
llegar, Hernán Casciari estaba recorriendo las líneas finales de uno de sus
escritos. En los pocos minutos que llegamos a presenciar de su actuación fueron
varias las carcajadas que hizo brotar, por lo que ya anotamos como cuenta
pendiente el presenciar el espectáculo completo en una de las próximas
oportunidades que se escape para estas tierras mediterráneas. O sino, siempre
tenemos a la Internet.
A continuación y en el mismo lugar, fue el turno de
una de las bandas que más ha crecido en el último tiempo en el boca en boca que
suele originarse al costado del mainstream: Humo del Cairo. El trío hizo gala
de un stoner rock en un estado de casi máxima pureza. Largos y machacantes
pasajes instrumentales, sonido seco y crujiente como si en vez de Punilla
estuviéramos en medio del desierto de Mojave, y líricas voladas y por muchos
momentos indescifrables. Si bien esto último suele ser una de las
características del género, la situación no fue mejorada con el sonido que presentaba
la carpa en cuestión. Buena presentación, y confirmación de que todo lo que se
venía hablando de ellos, era verdad (salvo los rumores de procedencia dudosa,
claro está).
Luego de una visita a los baños químicos, volvimos al
mismo lugar. Se avecinaba la presentación de uno de los puntos fuertes (para
este cronista) de la jornada. Ese díscolo rockstar que es Carca tomaba el
centro de la escena. Munido de su guitarra, una campera que parecía salida de
una fantasía rockero-espacial, de ese extraño instrumento que es el Theremin, y
acompañado por el resto de su banda (bajo y batería), desplegó en algo así como
50 minutos un panorama de su elasticidad estilística. Rock ruidoso y setentoso,
boogie movedizo, blues desgarrador, y un par de clásicos tirados por el camino,
todos con la dosis de actitud necesaria para que no olvidemos que estamos en
presencia de un tipo al borde de la combustión espontánea. El punto más alto de
su actuación, incluso, fue toda una premonición: Sonreíste, sonreíste… te diste
vuelta y sólo viste… Nubes Negras. En ese momento fue disfrutado como el
clásico del que se trata, pero poco podríamos imaginar que era todo un presagio
de lo que se vendría después.
Cuando emergimos de la carpa, la actuación de Los
Auténticos Decadentes ya estaba bien avanzada. Los ecos de ese himno fiestero
(entre los incontables que tienen) que es Entregá el Marrón, ya resonaban por
el valle. Puede ser que su estirpe de banda infaltable en toda fiesta que se
precie de tal (todos sabemos que un casamiento donde no se escuche un tema de
ellos, debería ser anulado), haya propiciado su demorada inserción en el
circuito de festivales rockeros, e incluso la hayan pospuesto en la
consideración del rockero medio. Pero la verdad, es una picardía perderse una
sucesión de clásicos tal como la que mostraron, por algo tan nocivo como los
prejuicios. Canciones como Un Osito de Peluche de Taiwán, El Murguero (no podía
faltar siendo carnaval), La Guitarra y hasta su versión reggae-andina de Gente
Que No tuvieron su lugar, para cerrar la fiesta con Y La Banda Sigue. Un
exitoso regreso de este combo multirrítmico, que dejó al grueso de los
asistentes con ganas de seguir moviendo las patitas.
Lamentablemente, estas ansias no fueron saciadas con
la actuación de Babasónicos. Si bien son ya un clásico presente en la mayoría
de las ediciones del festival serrano, en el cual suelen tirar toda la carne al
asador, esta vez la banda capitaneada por Dárgelos falló en su intento por
enganchar, por cautivar al público. Fue como si la pulsión rockera y la actitud
que demostró Carca en su set solista (ahora ocupando el lugar de
multiinstrumentista en Babasónicos) no hubiera podido ser contagiada al resto
de sus compañeros. La mayoría del set estuvo integrado por los temas surgidos en
su etapa de mayor popularidad, quizá abusando de los medios-tiempos y las
canciones de tinte romántico. Bien lejos están de aquellas épocas de búsqueda
constante, en la que mutaban sonora y visualmente de un disco a otro. Prueba de
esto es que sólo dos temas sonaron de su prolífica etapa pre-Jessico (Viva
Satana! y Desfachatados fueron los elegidos), además de un guiño en forma de
mash-up, introduciendo la letra de Egocripta en las estrofas de Y Qué. Y si
bien el frontman se prodigó en sus habituales trances coreográficos, estuvo latente
durante el show una sensación de distancia entre público y banda, que, a la
distancia, parecía estar cumpliendo con un trámite.
Bien diferente fue la situación a la hora del número
central del sábado. Andrés salió bien arriba en su regreso (la voz oficial dice
que es su primera actuación en Cosquín Rock, pero recordemos que su retorno a
Argentina sucedió en aquel festival “paralelo” en la Próspero Molina, de escasa
duración). Casi a las trompadas, podríamos decir, con Alta Suciedad y El Salmón
como los dos primeros ganchos a la mandíbula de un público que aguardaba
ansioso, casi expectante. Si bien su imagen dista bastante ya de aquella de sus
tiempos de bohemia, imagen que posiblemente haya quedado registrada en nuestras
retinas, se lo vio de muy buen humor. Ataviado con una remera Adidas negra, sus
clásicos lentes negros, una misteriosa vincha y sus rebeldes rulos notablemente
recortados, se embarcó en una larga seguidilla de hits (¿hubo alguna canción
que no lo fuera?) antes de realizar su primer saludo formal hacia la gente. En
sus alocuciones, donde aprovechaba para tomarse un par de mates (quizás otro
signo visual de que sus años de reviente habrían quedado atrás), se lo tonó
particularmente abocado en saludar y congratular a sus compañeros de fecha,
como así también lamentar el no coincidir con otros de sus amigos para poder
saludarlos. Incluso, aprovechó para referirse con sorna a situaciones
judiciales (pasadas y presentes), como antes de arremeter con la canción Loco,
y sus ya conocidas y provocadoras estrofas.
El recuerdo de los amigos volvió en una de las partes
más emotivas del show: el momento de entonar su clásico moderno Los Chicos. El
recuerdo de los músicos amigos del Salmón que “se fueron arriba antes que yo”
se sucedió en las pantallas, mientras el público abajo se embarcaba en uno de
los escasos momentos pogueros de la primera noche del festival. Ahora bien, el
paneo por su trayectoria fue completo. No sólo estuvieron estos clásicos de su
etapa solista, sino que también sacó a relucir gemas de las bandas que
cimentaron su trayectoria. Es así como, casi de manera inesperada, sacó a la
cancha Mil Horas de Los Abuelos de la Nada, y Sin Documentos de Los Rodríguez.
A esta altura, el presagio de Carca horas atrás se hizo realidad, y las
primeras gotas empezaron a caer para dotar de un carácter aún más épico a la
actuación del Salmón. Lejos estábamos, sin embargo, de prever lo que estas
lluvias significarían, no sólo para el festival sino para toda la provincia,
horas después.
El cierre mantuvo el tono emotivo recordando al Carpo
con una impecable versión de Sucio y Desprolijo que fue coreada a viva voz por
la gente que, luego de esto, emprendió una postal muchas veces repetida:
felices y mojados, emprendieron la salida del predio del festival (esta vez ya
sin barro), haciendo un repaso mental y verbal por las imágenes y sonidos que
dejó el día; y empezando a levantar también la expectativa por la jornada
siguiente. Pero claro, eso ya será motivo de otra historia…
Cronista: Luis Parodi
Fotografía: Matías Vercelli (más fotos en su Flickr)
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