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viernes, diciembre 10, 2010

Stone Temple Pilots Orfeo Superdomo 05-12-2010


La previa a la visita de los Stone Temple Pilots a la ciudad de Córdoba estaba impregnada de la tranquilidad que los domingos a la tarde suelen tener en nuestra ciudad. En parte por esto, en parte quizás por la escasa promoción que se realizó del show, si bien había expectativa entre los que desde temprano se congregaron en el Orfeo para ver a una de las bandas fundamentales en la movida alternativa de los `90, no se palpaba en el aire la ansiedad y la alegría desbocada que sí puede presenciarse en otras presentaciones internacionales que nuestra ciudad ocasionalmente recibe.

De todas maneras, lejos de ser un obstáculo para el disfrute del show, esta tranquilidad y la relativa poca gente que finalmente presenció el show, sirvió para darle un marco de cierta intimidad y comodidad a quienes acudieron a presenciar el show de Weiland y sus secuaces. La velada, para quienes entraron con bastante antelación al show principal, comenzó con el preciso y atrayente show de los locales Ojos de Piedra, que ganaron bastantes adeptos, al menos si nos guiamos por los SMS que podían leerse en ese momento en las pantallas situadas a ambos costados del escenario.

Luego de unos momentos más de espera amenizados por la curiosa ovación del público a uno de los plomos de la banda (que seguramente se llevará como recuerdo de los cordobeses el olé olé olé, gordo, gordo que le dedicó el público del campo), finalmente las luces se apagaron y Eric Kretz, los hermanos DeLeo y el serpenteante Scott Weiland tomaron el escenario y comenzaron a entregarle al público que los aclamaba un largo desfile de clásicos de su época más gloriosa sin dejar de lado los temas que integran su último trabajo, un disco homónimo editado este año que si bien no contiene la avalancha de éxitos que caracterizó a los discos de su etapa pre-separación, representa una continuidad con sus trabajos anteriores, tal como si el tiempo se hubiese detenido en los primeros años de este siglo y esa consabida separación nunca hubiese ocurrido.

Escénicamente, aparte de ese foco magnético de atención que es Weiland, la banda estuvo muy bien secundada (complementada casi) por el impecable trabajo de luces, que aportaron el clima necesario para cada tema, y dentro de cada tema, acompañaron cada corte y cada estribillo de una manera particular.

El resto de los músicos, sin querer quedarse atrás del protagonismo de su frontman, asombraron con largos cuelgues instrumentales que sirvieron como intro o preámbulo a la mayoría de las canciones, sobre todo cada vez que se disponían a interpretar alguno de los grandes clásicos de la banda, entre los cuales obviamente se destacaron temas como Plush o Interstate Love Song como los más coreados de la noche. Fue en la ejecución de estos intermezzos instrumentales donde se pudo apreciar el virtuosismo de los Pilots (sobre todo sorprendió gratamente la pericia y versatilidad del bajista Robert DeLeo), pudiendo escapar por momentos de la exacta interpretación de los temas de su setlist. Pese a haber tenido una duración normal para lo que suelen ser estos recitales, el show dio la impresión de pasar volando, y rápida e inesperadamente llegó el final con Trippin´ On a Hole In a Paper Heart, la despedida con los típicos souvenirs arrojados al público, y ante el no regreso de los músicos a escena el público se resignó a que grandes canciones que faltaron como Creep, Sour Girl o Big Bang Baby no sonaran tampoco en los inexistentes bises a los cuales tanto nos hemos, quizás, malacostumbrado en tantos años de visitas nacionales.

Cronica: Luis Parodi

Fotos: Matias Vercelli

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