Eruca Sativa - Casa Babylon - 14 y 15 de mayo de 2011
¿DONDE
ESTARÁ EL CIELO?
Se
cree que un domingo es como el corazón leve de una mariposa. Ese día se reserva
para recuperarse de tanto no-descanso o tomar aire para vivir en el traje
desdichado de una cotidianeidad que comienza en pocas horas. Dios, la familia y
el fútbol han hecho reserva de este día: es un día para disfrutar de música
barroca, y en el mejor de los casos, de un estupendo Richard Cheese con la
última birra de la tarde.
Pero,
un anochecer de domingo puede arrojar otras certezas. Como la resistencia de
algunos brujos incrédulos que desafiaron la extinción del respiro y le metieron
norte al Abasto; claro, en Casa Babylon tocaba Eruca Sativa, y la morosidad
palmó: el finde no se terminaba, y había brujos que lo seguían buscando.
Eruca
Sativa volvió a Córdoba a mimar a su público y se fue mimado y con el pecho
hinchado a seguir dando conciertos por ahí. Andan girando por nuestro mapa,
pelando su segundo disco (ES) para quienes quieran pegarle la oreja en vivo y,
claro, esgrimir los legítimos y contundentes hits de su primera producción
(Carne). La doble fecha de ES en Babylon había comenzado el sábado 14 (con la
participación de Tristemente Célebres y Mínimo), mientras que el domingo 15, las
bandas que acudieron a la cita fueron Takeo Yama, Águilas (este Power-Trío de
Rio IV dará motivo para hablar, en vísperas de su placa debut) y los imbatibles
Doble N.
Y
cuando hablo de mimos estoy tratando de reflejar la complicidad que ha ido
generando esta gran banda entre el público. En poco tiempo, Eruca Sativa ha podido
transformar las ricas sendas de sus músicos en una rotunda formación que no
cesa de acumular prestigio y calidad. Y esa mutación la demuestran en sus
shows.
Ese
fue el caso del domingo pasado, cuando salieron al destello de las luces cerca
de las 23. De principio a fin, desgarraron en tiras el pellejo de la noche
dominguera. De un lado, Lula Bertoldi, clavándole notas a una guitarra que pegaba
en la frente con pendencieras invitaciones a la furia. Potencia de una voz que
se transformaba, que cambiaba, que terminaba por parecerse a la mordedura de un
escorpión. Como Carlitos, cada día canta mejor. En la otra ala, un explosivo
núcleo de cuatro cuerdas que manipulaba Brenda Martin en un frenético rito
voodoo que nos permitía disfrutar de una bajista que la descose, que machaca,
que se encarna en un poderoso cardioestimulador mientras levanta polvo en el
escenario. O quizás era su luz propia. Atrás, más arriba, el Gaby Pedernera es
mucho más que una máquina de ritmos o un luchador de Kick Boxing rápido y
habilidoso: es una locomotora cuyos efectos sonoros y cortes endiablados se
oyen desde la aldea vecina, para regocijo de la tribuna y en función de un
Power-trío donde la bata es fundamental para definir su estilo.
El
cabeza a cabeza jugado con los temas de ambas producciones fue levantando
temperatura a la vez que el incuestionable set permitía disfrutar de severas
piezas de ferviente delicadeza y excelente composición. Temas que el público
conoce y sigue en sus letras. La lírica de ES se coloca entre la necesidad de
trascender con la palabra o el gesto poético, y una exploración de señales
verdaderas ahora que hemos dirigido nuestros pasos hacia la nada y nos sabemos
sentados en un gran vacío. Puntos altos de la noche fueron las presencias de
amigos invitados. Titi Rivarola subió para hacer –quizás- lo mejor de la
segunda placa: Desátalo y Amor ausente. El líder de Tórax (banda
que viene de visitar México y de asimilar mucho tequila, según la propia
confesión del notable guitarrista bajo las luces de una noche cada vez más
irrefutable) deshojó notas que pincharon con ajugas pequeñísimas nuestra alma,
regalándonos sus solos inconfundibles. También hizo su presencia otro miembro
de Tórax, Andrés Arias, que colocó las teclas sobre el soporte cual artesano o
zapatero de ancestral oficio y con muchísimo talento condensado en sus manos
mágicas deleitó a todos, ejecutando algunas piezas de colección de Eruca
Sativa.
Noche
de euforia que dejó una promesa de amor entre su público cordobés, que esperará
fielmente la vuelta. Un delicatessen para exquisitos que sigue viajando a
marcar una huella que a esta altura parece intensa, profunda.
Su
música siguió fogoneándose de manera autónoma en mi cabeza desde que pisé el
puente para dirigirme a buscar un colectivo en la solitaria madrugada de lunes.
Cuando miré al cielo, supe que el domingo es un día especial donde la verdad
reina en su fragilidad.
Crónica: Luis Funes
Fotos: Pablo Cholka Gautero
Crónica: Luis Funes
Fotos: Pablo Cholka Gautero
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